¿Y… si me rindo?

Si me hubiese rendido la primera vez que me caí cuando estaba aprendiendo a caminar, jamás habría caminado.

Si me hubiese rendido la primera vez que gané una mala nota en el colegio, jamás habria aprendido a prepararme más.

Si me hubiese rendido la primera vez que un amigo me traicionó, jamás habría aprendido a escogerlos mejor.

Si me hubiese rendido la primera vez que mi orgullo quería vencer la razón, jamás habría aprendido a pedir perdón.

Si me hubiese rendido la primera vez que alguien me demostró que estaba equivocada, jamás habría aprendido el valor de aceptar mis errores.

Si me hubiese rendido la primera vez que mis hijos cometieron una falta, jamás habría aprendido a guiarlos mejor.

Si me hubiese rendido la primera vez que una enfermedad golpeo mi vida, jamás habría aprendido que abrir los ojos cada día es un regalo maravilloso que se debe agradecer.

Si me hubiese rendido cuando mis principios y valores se ponían en duda, jamás habría aprendido a buscar más y mejores argumentos para defenderlos.

Si me hubiese rendido cuando nada salió bien, jamás habría entendido que el tiempo de Dios es perfecto y que cuando una puerta se cierra, se abren muchas más.

Si me hubiese rendido la primera vez que perdí a un ser querido, jamás habría aprendido que la vida solo termina cuando te olvidan.

Si me hubiese rendido cuando sentí que mi país vivía un caos sin salida, jamas habría aprendido a luchar, con mi alma, para convertir ese caos en mejores oportunidades para todos.

¡Por eso, queridos amigos, rendirse no es una opción!

SIEMPRE EN MI CORAZÓN

Hace 5 años ya, en la madrugada de un día gris, mi madre subió al cielo. Se fue en silencio, pero luchado hasta su último suspiro por sobrevivir.

Creo que luchaba por no dejarme sola, porque su vida giró en torno a su hija. Eramos ella y yo. Ambas con un carácter fuerte; chocábamos en muchas cosas, pero el amor era tan fuerte y el vínculo tan arraigado que triunfaba sobre cualquier escollo. Amar profundamente… puede ser de otra forma con una madre?

Hoy, por fin, la recuerdo sin llorar. Dolía demasiado su partida. Ahora prevalecen los bellos recuerdos, las anécdotas, las enseñanzas.

Increíblemente el primer recuerdo que llegó a mi mente hoy, fue el día que me había sometido a una cirugía menor. Mi madre me había acompañado; y, cuando regresábamos a casa me sentía aún mareada y somnolienta. De repente, las manos de madre acariciaron mi cabeza. Fue un movimiento tan simple, tan sencillo, que para aquel que lo viera desde fuera parecería no ser nada. Sin embargo, fue como derramar un bálsamo reparador en mi alma y mi corazón. Nunca había vivido algo así. Me dio consuelo y paz. Ese día juré acariciar a mis hijos de la misma forma si los veía afligidos, adoloridos o heridos. Las manos de una madre son poderosas, curan, guían, sostienen.

Se que mi madre vivirá mientras yo viva, porque está presente en mi corazón. La extraño, pero sé que donde está, el Señor la tiene a su lado, sanada de sus dolores y feliz.

Te quiero mami, un beso hasta el cielo. Gracias por haberme convertido en el ser humano que soy. Fuiste la mejor maestra. Nunca me dejaste sola, solo me dijiste hasta luego.

TE DI MIS VALORES

"Enséñame el rostro
 de tu madre y te diré 
 quien eres"

Khalil Libran
Te lanzaste a la vida sin miedo,
lleno de convicciones y de esperanzas
Llevabas en el corazón amor y caridad,
en los bolsillos honestidad,
en los labios respeto,
y en las manos paz.
De júbilo se llenó mi corazón
cuando te enfrentaste a la vida
con tanto valor, sin prejuicios,
y sentí con convicción que
estaba cumplida mi misión.
Te enseñé con el ejemplo. Con entrega.
Con inmenso amor: lo hice desde el
fondo del alma, como solo se hace
por un hijo, si señor.
Hoy que te lanzas sin miedo a la vida,
aún mi espíritu te acompaña,
para asegurarme, de día y de noche,
que el respeto y la igualdad sean tus
ángeles de la guarda.
Si mañana caes derrotado en tus aventuras,
que el valor y la fe te levanten, vas armado
con la mejor armadura; la que se forja en el
fuego de la dignidad y tiene la dureza
que nos da la honestidad.
Tal vez no aprendiste todo
lo que quise enseñarte.
A la vida le toca la segunda parte.
Solo le ruego a Dios que
el respeto, la solidaridad y la libertad
sean los cuadernos que llenes
al son de la verdad.
Que no haya un color de piel que no te agrade.
Que no haya una religión que no respetes.
Que no haya una opinión que no escuches.
Y aunque el desacuerdo sea tu base,
nunca, nunca, seas intolerante.
Te vas en un viaje muy largo,
la vida entera es tu destino,
llevas la mejor armadura, 
espero habértela bien fundido,
le puse el más grande amor,
la forje en el fuego de lo infinito,
era todo lo que yo tenía para darte:
Fe, respeto, tolerancia, solidaridad,
amor, paz, justicia y libertad.
!Y pensar que tal tesoro cabe
en ese pequeño corazón que late
lleno de vida al volar!
Abre más las alas;                                                      
vuela más alto,
que nada te detenga,
que nada te pare.
que Dios sea tu guía
y que mis valores te amparen.

Elisa Suárez de Gómez
Panamá, 12 de septiembre de 2002

Una Reflexión Intrascendente

Los tiempos que vivimos son extraños. Por lo menos para mí es como vivir en un cuento mal contado, donde el dolor, la lejanía con otros es evidente. Tenemos miedo de estar cerca de quien no tiene una mascarilla puesta y los abrazos quedaron relegados en un baúl con cerradura.

Sé que es difícil entender el por qué de semejante situación. La muerte prematura de seres queridos, amigos que se han ido sin razón, más que un virus oportunista que ataca nuestras debilidades. Los que estaban ya no están…

Definitivamente no hay explicación para tanto dolor. Sin embargo, la vida continúa, el sol sale como siempre por el este, y los sueños siguen rondando nuestro anochecer. A pesar de todo, los que tenemos la dicha de estar aquí debemos sentirnos agradecidos. Abrir los ojos y ver la luz de un nuevo día es una bendición.

Llenemos nuestros corazones de esperanza, cumplamos la misión encomendada; trabajemos con ahínco por alcanzar nuestras meta, pero, sobre todo, recorramos el camino de la solidaridad. Tratemos de entender el dolor ajeno; pongámonos por un segundo en los zapatos de otros. Seamos comprensivos con su sufrimiento.

La satisfacción de una palabra amable, la palmada asustada de un amigo que ya no soporta la distancia y el alejamiento, se convierten para quien sufre en un bálsamo curador. Hay momentos en que vale la pena ayudar a otros a recoger los pedazos en que se quebró su vida. Increíblemente, eso ayuda a recoger nuestros propios pedazos cuando también esa vida está rota.

Vivir debe ser una aventura, donde alcanzar la felicidad es el objetivo. No tiene que ver con nada material, solo con esa certeza de que se hizo todo bien, que el camino recorrido valió la pena, y que la huellas que dejamos atrás se marcaron para guiar el camino de otros.

Dejemos de centrar la atención en nuestro propio dolor, eso no hace mas que acrecentarlo. Fijemos la mirada en el prójimo. Sé que suena extraño, pero con los años he aprendido que las cosas pequeñas son las que realmente importan. No hacen falta grandes cosas para ser feliz. Nunca sentí más tranquilidad y paz que cuando mi mamá puso su mano en mi cabeza y me acarició un día que me sentía miserable…el bálsamo de esa caricia vive en mi mente cada vez que la recuerdo. Por eso atesoremos una palabra oportuna dicha por un buen amigo. El silencio en compañía de alguien que solo se sienta junto a nosotros cuando se necesita cercanía y no consejos.

La vida es compleja, no tratemos de entenderla, solo disfrutemos los momentos especiales que la hacen maravillosa. Soñar no cuesta nada, dice el viejo refrán. Así que sigue soñando y despierta a la vida con el firme propósito de ser feliz…no vale la pena hacerlo de otra forma.

MI MAMÁ ME MENTÍA

He comprobado que mi mamá me mentía.

Me mentía cuando me decía que era la persona más bella del mundo, no por mi cara, sino porque era una niña buena…cuando lo cierto era que ella apenas iniciaba el proceso de llenar mi corazón con valores y principios.

Mentía cuando, secando mis lágrimas, me daba un beso en el brazo que me acababa de golpear y con su acostumbrado “Sana, sana colita de rana” hacía desaparecer el dolor como por arte de magia. Pero, la verdad, era que me estaba enseñando que ante el dolor ajeno, la solidaridad, la caridad y la empatía, son medicinas poderosas.

Mintió cuando le pregunté, llena de miedo, qué pasaría si ella moría… o si yo moría. Nunca olvidaré ese día, no tendría más de 5 años, pero, quedó grabado en mi memoria. Recuerdo su cara, que con el semblante impávido, incluso, con una risita cómplice y sin rodeos me dijo “no  te preocupes…falta mucho para eso. Tendría que estar muy viejita. Además pronto inventarán una medicina para que vivamos muuuuchos años”.  Según la sicología moderna, me mamá había cometido un terrible error al no hablarme con la verdad… sin embargo, como quien cierra un grifo del que salen torrentes de agua, mi temor se esfumó en segundos.  Mi corazón que latía acelerado por el miedo, comenzo a tranquilizarse, y, mi mamá, se volvío el ser inmortal que yo necesitaba para seguir adelante en ese momento. Fue la mejor mentira que ella me pudo haber contado.

También recuerdo el día que gané una mala nota en la escuela…y América, mi madre, con toda serenidad me dijo “quédate tranquila, lo que no entiendes hoy, verás que mañana será como un juego divertido”. Lo cierto, lo verdadero, fue que se sentó conmigo a explicarme, con esa paciencia que solo tiene un maestro, donde estaban mis errores y como corregirlos… me estaba enseñando que las soluciones a los retos y las vicisitudes no llegan a tocar la puerta milagrosamente, si no que hay que ponerles empeño, valentía y dedicación para superarlos. Lección aprendida mamá.

Ya mi mamá no está conmigo, la medicina milagrosa nunca se inventó.  Las colitas de rana no quitan el dolor, y menos si es del alma y, las cosas difíciles, no siempre se convierten luego en un juego divertido. Pero sus mentiras fueron lo mejor que me pasó en la vida.  Me enseñaron a ser un mejor ser humano, a tener fortaleza en la adversidad y, a trabajar duro por las cosas que quería lograr. Mi mamá me mentía para forjar, como si fuese en hierro, el ser humano que soy. 

En lo que nunca mintió fue cuando me dijo lo tanto que me amaba; y, que nadie jamás, podría superar ese amor.  Hoy, cuando la imagino sobre una nube, entre las artesanas que bordan con hilos de plata la túnica de Dios, me doy cuenta que ese amor inmenso del que me hablaba, sobrevive incluso, ahora que ya no está.

Vivirás mientras yo viva.  Y, mientras pueda decirle a mis hijos mentiras para formarlos, también seré una madre mentirosa, si de eso depende que sean los mejores seres humanos que puedan ser.

En homenaje a mi madre…la única super héroe que he conocido fuera de una historia de ficción.

RENDIRSE NO ES UNA OPCIÓN

Suelo escribir cosas positivas. Buscar lo bueno en los peores momentos. Al final, siempre he pensado, que vivir es una bendición, y, por lo tanto, la meta siempre debe ser, la búsqueda constante de la felicidad.

Sabemos que los momentos que vivimos son diferentes a lo que cualquiera podría imaginar. El 2020 vino cargado de sorpresas; tiñó de luto a muchos hogares, en donde, incluso despedirse del ser querido, fue un desafío, en ocasiones insalvable. 

En esos momentos aprendimos a valorar a aquellos a quienes amamos. Descubrimos las cosas esenciales que, por estar siempre allí, pasaban desapercibidas. El saludo acostumbrado y silencioso al salir.  Allí se quedaba el papá jubilado, la mamá, que ahora cuida nietos.  En fin, lo usual, que al final se volvió transparente e imperceptible.

Mientras la vida siga, habrá que luchar por alcanzar las metas trazadas. Tendremos que confrontar la adversidad con valentía; mientras, tapar nuestros rostros será obligatorio; el abrazo esperado no llegará, y el beso al amigo que encontramos al pasar, se convertirá en un saludo a dos metros de distancia.

Todos dicen que ahora debemos aprender a ser solidarios y compasivos; me pregunto por qué debemos aprender algo que es un fundamento intrínseco del ser humano.  Por qué aprender ha amar a nuestros padres y a la familia, cuando ya no están allí.

No creo que el virus nos haya hecho retomar valores, solo los habíamos perdido. Simplemente, estamos en un proceso de deshumanización descontrolada, en donde la inmediatez de la comunicación nos brinda imágenes aterradoras, en las que, humanos contra humanos nos destruimos sin piedad. Es tan frecuente el sufrimiento, que se hizo invisible. Ahora solo cuantificamos las bajas; como soldados en un ejercito sin nombre.

Este virus nos ha vuelto a la realidad; a la necesidad imperiosa de humanizarnos; de que el dolor de otros nos importe; de valorar al viejo que fue parte de nuestras vidas. Al amigo entrañable que nos abraza y vuelve a unir las partes cuando estamos en pedazos. 

Llegó el momento de luchar unidos buscando alinearnos en una sola dirección; con el compromiso real y efectivo de encontrar las cosas que nos unen, por encima de aquello que nos separa. Encontrar el destino común que anhelamos. La paz, la concordia, en el campo bendito de la unión. Nos marcaron el camino con la rueda dentada del progreso, el pico y la pala, y la consigna ineludible del trabajo sin dilación. 

Ahora nos toca la acción, porque rendirnos, queridos amigos, simplemente, nos es una opción.

Cuando Te Pueda Besar Otra Vez

Ayer saludé a mis nietos a través de la ventanilla del auto. Más que protegerlos a ellos, me estaban protegiendo a mí. En ese momento no pude más que reflexionar, viendo a mi hijo bajarse del coche y saludame desde lejos, que sentía unas ganas inmensas, más que nunca, de abrazarlo a él y al resto de su familia.

También recordé, en cuestión de segundos, las veces que llegaron a casa, y solo se dio un hola mamá, antes de sentarse a la mesa.  Es que sobraban los besos y los abrazos. El amor estaba más que probado. Ahora, cuando se debe limitar el contacto humano, es cuando realmente entendemos que estamos hechos de carne y hueso; que tocarnos es parte de la necesidad de afecto y empatía que son indispensables para construir en nosotros la confianza y la seguridad.

Triste forma de entender la dimensión inmensa de cómo nos hace falta el contacto humano. Si no pregúntenle al náufrago de la película cómo dolió cuando su amigo Wilson ( una pelota) se perdió en el océano.   Hemos aprendido, a la fuerza, que no somos de piedra.  Que cada pedaso de nuestra carne está llena de puntos nerviosos que transmiten a nuestro cerebro el calor, el frío, el dolor, y, en este caso, los sentimientos…

Espero, con todo mi corazón, que este ¨alejamiento social¨temine pronto.  Que pueda darle a mis hijos y a mis nietos todos los besos que quiera y muchos más. Decirles, mientras esté viva, no solo con palabras sino con gestos el inmenso amor que tengo por ellos.

Porque he aprendido en estos días, que el beso y el abrazo, valen más que cualquier tesoro, ya que te conenctan con las personas, con su entorno y con nuestra inmensa fragilidad.

Faltó una pandemia para entender la solidaridad humana como valor incalculable; el peligro en el que se encuentra el fragil balance de la convivencia con el resto del mundo, y la efectiva protección de un planeta, que hoy enfermo, nos pide a gritos mayor unidad.

No soy nadie para cambiar el pensamiento de los demás. Solo puedo, y lo voy a hacer, cambiar el mío. Tampoco puedo cambiar el pasado, la contínua reclamación de si hubiese podido hacer esto o aquello, es innecesaria. Cambiaré lo que viene de aquí en adelante. Lo que aún controlo y manejo, que son mis sentimientos.

Pero, sobre todas las cosas, me prepararé para darle a mi familia un millón de besos; y, al mundo, mi mejor esfuerzo para que lo tratemos mucho mejor.

¿Milagros inesperados, existen?

Todos los días nos despertamos esperando milagros fabulosos.  Queremos ver una rosa blanca y fragante junto a la imagen de nuestra santa favorita.  Deseamos que el mundo sea mejor, que no haya hambre, niños sufriendo, o, sencillamente, que nuestra vida sea perfecta. Que desaparezca lo malo de un soplo.  Que el sufrimiento acabe de una vez. Pero, y aquí viene lo real, los milagros fabulosos e inesperados no suceden. Entonces perdemos la fe y la esperanza. Nos deprimimos, y volvemos ha dormir esperando que la vida, por arte de magia, mañana sea mejor.

Los milagros no son apariciones misteriosas cargadas de santidad y luminosidad.  Y, tal vez, estamos dejando de lado lo mas importante: estamos vivos, el sol sale después de la tormenta, y de las nubes más negras, siempre, siempre, siempre, cae agua limpia.

Los milagros son tan visibles y palpables, que los dejamos de ver; se convierten en parte del día a día y ya no los percibimos.  El milagro está en lograr ganar pequeñas batallas todos los días. Lograr despertar es ya un milagro.

No nos preparan para afrontar la dura realidad de que el mundo no es perfecto, que el dolor y el sufrimiento también son parte de la vida. Debemos aprender ha afrontar situaciones difíciles, muchas veces sin nadie al lado que nos apoye o nos defienda.  Nacemos solos (a menos que seas mellizo o gemelo), aún así, lo imperfecto es parte del día a día.

Lo verdaderamente malo es pensar que alguien, de forma mágica, llegará y nos resolverá todos los problemas.  La figura llena de luz que nos habla con voz sutil y melodiosa no llega. Los ángeles se nos presentan más reales y llenos de defectos.  El compañero de trabajo que encuentra la fórmula perfecta para resolver el problema que hace una semana nos atormenta; el amigo que nos llama justo el día en que todo está mal, y nos da un consejo inesperado o, simplemente, nos dice cuanto nos quiere. Esa palmada en el hombro justo en el momento adecuado. Los milagros no son cosa de fantasía ni luminosidad, son detalles diarios que nos rodean y que debemos tener la capacidad de ver, palpar y escuchar en todo momento.

Construyamos una vida real. Pongámonos metas diarias simples y realizables. Inventemos día a día nuestros propios milagros. No esperes que los malos se vuelvan, de repente, buenos.  Eso no pasará.  Lo que sí puede ocurrir es que tú, y solo tú, los afrontes de una forma diferente.  Levántate y anda, eso ya es un milagro. Resuelve un problema a la vez; solo uno.  Poco a poco tu lista de problemas disminuirá.  Posiblemente algunos seguirán allí, y entiende que puede ser que, simplemente, no tengan solución. Vivir con ello se convierte entonces en una solución en sí.

El mundo no es perfecto, la vida no siempre es bella, pero, mientras estés vivo tendrás en tus manos seguir esperando milagros luminosos y teatrales, o aprender a ver las maravillas que ocurren a tu alrededor todos los días. Ánimo, siempre hay ángeles a tu alrededor, de carne y hueso.  Solo hace falta  que aprendas a ver no solo a mirar.

¿ME CONFORMO?

Disfruté como nunca un Mundial, el de Rusia 2018. Me imagino que la mayoría de los panameños también.  Y, a pesar de que quedamos de últimos en la tabla de posiciones, igual estuvimos felices… al final nosotros estábamos allí y otros, muy grandes, no.

Dimos muestras de ser un país unido (cuando queremos), con una alegría que muy pocos pueden igualar. Disfrutamos las pequeñas victorias, aunque para otros sean solo humillantes fracasos.  En algunas regiones del mundo, perder no es una opción. Así que es posible que no entiendan por qué nos conformamos con tan poco, como haber logrado un gol en el Mundial…

Las paradojas de la vida.  Por ello me comencé a cuestionar por qué había causado tanto impacto en los otros países nuestra fiesta constante, la alegría que desbordaba la barra, la solidaridad y el entusiasmo; características que algunos pudieron llegar a envidiar.

Pero viendo de frente y sin tapujos la bueno, lo malo y lo feo, comencé a analizar también la característica que, para mí, prevaleció de entre todas las demás: CONFORMARNOS.

Eso me volvió los ojos a la Beca Universal, donde la gran batalla en el estadio de la escuela es lograr ganar 3.0, para que se pueda cobrar el subsidio.  Nuestros hijos se conforman con ser mediocres, y, los padres, también se conforman.

Como ya señalé, en países más desarrollados, perder no es una opción.  De hecho, en Rusia se manejaba la tesis, en los tiempos de la Guerra Fría, desconozco si ahora también, que, en los deportes o en la escalada por el espacio, por ejemplo, llegar de segundo significaba fracasar.

Para los panameños, anotar un gol fue tan bueno como llegar al 3.0 y cobrar la Beca Universal. Por ello debemos reflexionar sin pasiones, con mente fría y con total objetividad si eso es lo que queremos para el futuro de Panamá: Seguirnos CONFORMANDO.

Luchar por la excelencia debe ser una motivación que se impregne en la mente de todos nosotros.  No porque la arrogancia gane la batalla contra la humildad que nos caracteriza; sino, simplemente porque si deseamos competir en el mundo de hoy ya sea en los negocios, en la ciencia y la tecnología, en el deporte o en la política, un 3.0 como calificación final no es una opción.

Para recorrer el camino de la excelencia es indispensable aprender de los errores. Sin embargo, aprender de los propios, cuando es de gente brillante aprender de los de los demás, parece ser el verdadero reto a vencer.

Necesitamos más recursos, mayor compromiso de todos, mejores instalaciones, mejores maestros, profesores y mentores, para cualquier disciplina o actividad que generemos. Pero, lo que más necesitamos, es terminar con el terrible lastre de conformarnos con el 3.0

Estoy segura que, si buscásemos la excelencia, votaríamos realmente por los mejores líderes.  Compraríamos los mejores productos, pero de productores panameños, saltaríamos y brincaríamos cuando participamos en una Olimpiada o en un Mundial de Futbol, donde realmente dejemos el cuero en el campo.  Y, aclaro, no es que nuestra Sele no haya hecho un esfuerzo de titanes; si medimos todos los contras que teníamos versus el resto de los equipos: los más viejos en promedio, con recursos financieros mínimos, muy pocos partidos de entrenamiento con otros excelentes equipos, etc. etc. etc. Ahora bien, contaban con la mejor fanaticada del mundo.  Creo que, si buscásemos el promedio de visitantes en Rusia de los países que participaron en el Mundial, con relación a su cantidad de población, la distancia y costo de llegar hasta allá, Panamá se ganaría con creces también ese record. Aun así, no buscábamos la excelencia; solo nos conformamos con llegar.

Mucho cuidado con la formación que damos hoy a nuestros jóvenes en las escuelas y en los hogares.  Eso no hay necesidad de analizarlo. Todos los estudios ya están hechos, sabemos muy bien cuál es el problema y la solución; pero no hemos querido resolverlo como país. Es más fácil tratar con personas que se conforman con cualquier cosa y así comprar conciencias, aliados y cómplices solo con promesas vacías y carentes de compromiso. Por eso en el futuro inmediato conformarnos con el 3.0, con un gol, con participar y punto, no puede ser nuestra opción. Panamá debe empinarse por encima del ME CONFORMO, y luchar, dejando el cuero en la cancha por un verdadero, eficiente, trabajador, feliz y próspero país, con adecuadas y reales oportunidades para la excelencia.